¡El monstruo está en la calle! Y viene a cambiar el lenguaje

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En el descanso del trabajo. Abro la heladera para sacar una jarra con agua. Está Franu. Le pregunto -cuándo el “colorado mentiponzi” dice “K”-, a qué se refiere.

El “colorado”, por si no lo tienen, es Matías Cardozo en Instagram. El trader gymbro que habla todo el tiempo de que hay niveles y de plebeyos, como si no hubiera existido hace 200 años alguien llamado Karl Marx. Que vende cursos de mentoría online que te hacen rico de la noche a la mañana. Y que todo el tiempo larga su famoso latiguillo: “Es que es masivo, hermano”.

Franu es el compañero más joven que tengo en la farmacia, tiene 24, nos gustan las mismas cosas, escuchamos drill londinense, somos fans de Bape, aunque ninguno de los dos tenga una prenda de la marca, y siempre me actualiza de lo más nuevo que está pasando en el mundo del streaming. A veces lee estas columnas, también.

Me dice que son dólares, Juli. Cuando el “colorado” habla de “K”, son dólares, no pesos argentinos, entonces.

Entra Miguelón, el “segu”, y se suma a la conversación. Miguelón tiene sesenta, ahora trabaja de seguridad para una empresa privada, pero supo pertenecer en el pasado a los Albatros de la Prefectura. Tiene un tatuaje de las Islas Malvinas en el hombro y a veces lo encuentro mirando videos de seudoverdades por YouTube. Nos tira de la nada la frase: “Yo tengo solo tres ídolos argentinos: José de San Martín, Juan Domingo Perón y Seineldín”. Y sigue después: “Todos esos pendejos que van a ir a la marcha de mañana y van a cantar la marcha peronista, no tienen ni idea de quién fue Perón”.

Estoy en la marcha del 1F. Llegué tarde, estaba en la reserva del Parque Nacional San Martín y me quedé dormido tirándome una siesta debajo de un sauce viejo. Ahora miro la Casa de Gobierno, y me acuerdo de la frase de Miguelón de hace unos días atrás. Y me digo: “Pero Mike, si ni la marcha peronista se cantó, y al popular dicho ‘Traigan al gorila de Milei…’ ya no se la nombra ni a Evita en sus estrofas finales”.

En las marchas actuales los viejos símbolos pasan, lo que queda es el cuerpazo en la calle. Parafraseando a Gramsci, hasta ahí no más, trayéndolo más para nuestro lado, digamos que, más optimista que progre: “El viejo mundo se muere y el nuevo está por llegar, y en ese plenilunio surgen los monstruos”.

Empecemos a jugar con el lenguaje como hacen ellos. Es la única que nos queda. Ser más lingüistas que ellos, despertar nuestra astucia de ensayística oralidad para crear nuevos mundos que despierten la imaginación en las mentes de las personas.

Cuando empecé a escribir poesía, estaba de moda poetizar la basura. Resaltar como recurso poético un imaginismo inmundo en los versos contra todo lo que era bello. La belleza era lo solemne, lo burgués. Los que empezamos a escribir en aquellos post dos mil éramos los “hijos” del desgarro social que habían dejado los noventa, los que crecimos con madres gritándonos en la cocina, la decapitación general que quedó después del 2001. Entonces nuestro mentor Durand en Segovia (1993) escribió en su famoso poema “Mariposas”, que con la hermana le ataban un pedacito de tergopol con un hilo en el abdomen de las lepidópteras para finalmente rematar diciendo: “A la siesta todos duermen y solo en el jardín/segoviano/hay un castigo liviano/para todo lo que es hermoso”. Amén.

Esa imaginación fue la que nos salvó para siempre. Que no importara lo que pasaba, al final Adorno y Occidente no tuvieron razón, en la Argentina después del 2001 fue posible escribir poesía.

Apropiarnos de lo monstruoso. Más que una batalla cultural es una batalla lingüística. Todo comienza desde el lenguaje. Primero modulo al aire palabras, después pienso. Juguemos con darle vuelta el significante. Más que nada para no quedarnos un poco con los viejos estereotipos simbólicos que ya no son capaces de definir las nuevas subjetividades.

De todas maneras, lo económico me preocupa un poco más. Los altos niveles que arrojaron los últimos números de Oxfam International, la prestigiosa confederación internacional de 19 organizaciones no gubernamentales que realizan labores humanitarias en noventa países y elaboran periódicamente su informe, dieron a conocer los siguientes ítems:

● “En 2023, a través del sistema financiero internacional, se habrían extraído de los países del sur global 30 millones de dólares por hora, que fueron a parar al 1% más rico de los países del norte global, como el Reino Unido, los Estados Unidos o Francia. Asimismo, los superricos de los países del norte global controlan el 69% de la riqueza global, acumulan el 77% de la riqueza conjunta de todos los milmillonarios, y un 68% del total de milmillonarios en todo el mundo”.

● “Los países de renta media y baja destinan, en promedio, cerca de la mitad de su presupuesto público a devolver los préstamos e intereses de la deuda pública contraída, normalmente con ricos acreedores privados de Nueva York y Londres, superando muy ampliamente los importes que destinan a la inversión en educación y salud de manera conjunta”.

● “El aumento incesante de la concentración de la riqueza está ligado al creciente poder monopolístico, que permite que los milmillonarios ejerzan cada vez mayor control sobre la economía, pero también sobre la opinión pública. El 60% de la riqueza conjunta de los milmillonarios es heredado, está marcado por el clientelismo o vinculado al poder monopolístico, por lo que Oxfam defiende que ‘la riqueza extrema de los milmillonarios es en gran parte inmerecida’”.

Esto se viene profundizando año tras año. El famoso economista francés Thomas Piketty ya lo vaticinaba en su libro bestseller económico del año 2013 “El capital en el siglo XXI”: que la tasa de rendimiento privado del capital puede ser significativamente y duraderamente más alta que la tasa de crecimiento del ingreso y la producción. Acá quizás encontramos una de las tantas respuestas al interrogante un poco tonto de los progres preguntándose por qué el pueblo votó por el autoajuste.

Pasando en limpio: el resultado de la obscena desigualdad económica entre lo que más tiene frente a los que menos tienen un poco explica, tal vez, ese voto pobre y democrático, de los que menos tienen a la derecha. Y por qué el progresismo dejó de ser un movimiento emancipatorio, contemporáneo e inclusivo para volverse tremendamente sectario, solemne y cada vez menos soberano.

Entonces se llevan a cabo marchas multitudinarias luego de unos quince días en Brasil, trocando pesos por dólares por reales a través de las apps financieras como Fiwind. Lo que estaría bueno pensar es por qué no están, en las marchas, la gente que no tiene ni espacio en el celular para descargar esas apps “arboliteras” o que ni siquiera las conoce.

La gente común está en la calle, pero esquiva la marcha esperando un colectivo o mira el espectáculo como algo puramente cultural más que revolucionario.

Yo soy el primer progre y me doy a mí mismo porque quiero pensar. O quizás preguntarme algunas cosas. Tener la valentía de hacerse esas preguntas para empezar por algún lado a cambiar.

Entrar en esta crítica no es tirarle el guiño al neoliberalismo postfascista, sino es un buen momento para repensar el progresismo todo de vuelta otra vez. Y por qué carajo el peronismo no pudo y no puede aún adaptarse a los nuevos lenguajes y símbolos que tanto lo hicieron un movimiento revolucionario del pasado.

No hay que aflojar con el cuerpo en la calle ni tampoco con la innovación oral para repensar el mundo que vivimos. Ya vimos que Milei reculó bastante dejando a los movimientos LGBTIQ+ que se manifiesten, poniéndole un freno a Bullrich en su área de seguridad. Un día después de la marcha del 1F, Milei a través de X posteó que pateaba la apertura del cepo para el 2026. Quizás porque sabe que ese globalismo financiero con el que tanto sueña perjudicaría a la pequeña burguesía nacional en un año de elecciones como el corriente.

La desigualdad sigue creciendo a niveles atroces y eso realmente moviliza, no tanto como quisiéramos, a la gran mayoría, pero por algo se empieza. Y esto parece que es un camino que va para largo.

Si algo me dejó la marcha es esperanza. Al menos de cambiar el lenguaje y cambiar entre todos a mí mismo. De darlo vuelta y de darme vuelta y mirar verdaderamente para otro lado y no tanto desde uno mismo para poder mirar a los otros, a los que posta, no están. Capaz que hay que empezar por ahí, no sé, qué sé yo, digo, nada más.

Creo que hasta acá estuvo, monstruos

nos vimos el próximo miércoles.