Miami de Babasónicos es un disco con muchos finales. El “fin de la historia” (El Shopping), el fin de siglo y del milenio (salió en 1999), el fin del menexxxmo y de la falsa ilusión del 1 a 1, el fin de su contrato con SONY y el último con DJ Peggyn, que era mi babasónico favorito.
Fue la mejor banda sonora, la mejor forma de pasar con cierta elegancia ese tiempo raro previo a la explosión del 2001: “Todos en el mundo somos grasas (…) sólo que unos lo disfrutan y otros no pueden evitarlo”. Esa era la frase que citaban todos y que ahora cito yo también. Porque sigue teniendo sentido y eso es el arte, ¿no? Algo que dialoga con su tiempo y deja una marca para el futuro.
Escuché una idea (más) de Melero el otro día. Dijo que existe una diferencia entre la expresión y el arte. Que lo primero tal vez pueda hacerlo cualquiera, pero que lo segundo pasa pocas veces. Bueno, yo creo que con Miami pasó y que una sola canción de este disco tiene más ideas, impacto y poesía que toda la discografía del 99,9% del rock nacional.
Por lo menos así lo veo yo. 🫶😽
Dárgelos: “Miami es una marca, un icono de la cultura pop. Y también es la entrada a los Estados Unidos para Latinoamérica, un lugar infectado de antirrevolucionarios que quieren el capitalismo. En fin, Miami es como Babilonia, o tan babilónico como Retiro, Once o Pompeya… Con otro glamour, pero de última es lo mismo, es la capital de la cochambre. Constitución, Foz do Iguazú, Asunción del Paraguay… ¿no son iguales a Miami?”.
Y hablando de finales, fue también el último disco de mi primera etapa como fan de Babasónicos. ¿Y esto a quién le importa? A nadie, claro. Pero traigo acá una epifanía (mini epifanía) que tuve el otro día: las palabras para explicar eso que sentí cuando sacaron Jessico, explotaron y dejaron de ser el altar adonde íbamos a rezar algunos (entre 100 y 150 personas en un bar de La Plata), los que creíamos no encajar. Una trinchera para pelear contra el mundo.
En el genial “Porque demasiado no es suficiente / Mi historia de amor con Suede”, Mariana Enríquez cuenta su historia como fan. Y sobre los momentos de crecimiento de los grupos, dice: “Lo que es bueno para el músico, la masividad, significa la invisibilidad” del fan que “desaparece en el mar de manos que quieren tocar, de bocas que cantan y gritan, de ojos alucinados”.
Y también: “Hay fans que terminan odiando a quienes amaron y cuando dicen que no les gustan más los discos o que antes todo era mejor no les crean: es que ya no son especiales…”.
Bueno, algo así. Después de Jessico empecé a decir que Babasónicos terminó (¡para mí!) con Miami (pueden ver, en los comentarios de cualquier foro, que no soy el único). Y también dejé de escucharlos porque cada vez eran más lxs imbéciles (y quizás muchos padres y madres) que cantaban sus canciones. ¿Y dónde quedaba yo? En el under. En el under del under.
Nos distanciamos. Si, como una relación (de amor no correspondido). Si, yo también soy un imbécil. Pasaron años y en un festival, el Sonar (2015), los vi haciendo un set electrónico. Fue distinto, porque destruyeron las canciones y porque yo estaba al costado, casi atrás del escenario, afuera del campo, y estuvo increíble. La gente había ido a escuchar Los Calientes y no entendía nada, pero a nosotros, que éramos unos 10 o 15 ahí, en un sector casi ilegal, nos pareció alucinante.
Después, unos años después, sacaron La Pregunta (No se puede sólo desatar el nudo con un estribillo pop / que lo repetís hasta que lo pueden cantar un conjunto de orangutanes) y La izquierda de la noche. Dos bombazos. Totalmente enamorado de nuevo. Y hace poco Trinchera, un disco tremendo con esa fantasía, otra vez, de ser unos pocos, solos con todos, en guerra contra el orden y la moralidad. Pero este es mi viaje, obvio.
Yo creo que es imposible escribir sobre música, una reseña por ejemplo, porque la música es inabarcable, intransferible, y además porque no tiene forma. Porque es pura magia. Y escribir es poner formas en un papel, explicar el truco de un mago. Podría decir que Miami tiene 18 canciones pero que no puedo elegir una como “la mejor”. Que tiene letras increíbles, mil detalles de producción hermosísimos, una tapa enorme de Alejandro Ros. Podría inventar categorías y decir que tiene “la mejor batería puesta en una canción lenta” (El Ringo). La mejor secuencia de canciones (¡?) (Drag Dealer / Gustavo Show). Podría decir que cumple 25 años y que podría ser mi hijx, pero que es mi dios y mi diablo a la vez. Y que extrañamos mucho a Gabo Manelli. En fin. Si tienen ganas denle play ahora y pongan fuerte. Prendan un porro, abran las ventanas si hay sol. O mejor, pongan su disco favorito. Todxs tenemos uno. Y lean esto como una carta de amor.