Hoy conocí una palabra y me enamoré. Así, de una. La escuché en un programa de radio.
Cuando arranqué el auto, todavía estaba oscuro. Prendí el estéreo (siglo XX vibes). Frecuencia modulada. La voz que salía de los parlantes parecía demasiado acelerada para la hora. Mi hijo, a todo esto, un espectro, la presencia de una ausencia en el asiento de atrás, en una especie de trance.
Fue ya en pleno recorrido a la escuela, en una Avenida de las Américas que se había convertido en autovía a Oro Verde, en la que escuché la palabra. Apareció en la voz de una columnista, no del conductor. Una señora. Su hablar pausado contrastaba con la impostura jovial del conductor. Seguramente profesora universitaria, probablemente jubilada. Arriesgué abuelitud. Todavía no llegábamos a Oro Verde, porque a la altura del Triangular ya la radio se empieza a escuchar con interferencias.
Kenopsia. No solo la K sino la sonoridad de la palabra, su exotismo y, particularmente, la forma en que resuena ese “ps” que hace de puente entre la segunda y la tercera sílaba. KE- NOP-SIA. Esa “ps” que en la copulación de las dos letras casi engendran una “x” cuando se encuentra con la “i”, podría decirse que me excita (el condicional va por cierto pudor).
Pero no solo se trata de la forma, sino del contenido. Es decir, uno no se enamora solo por el aspecto exterior, sino por lo que hay adentro. Al menos eso no se debate. Traduciendo, el significado. ¿Qué nos dice? La palabra es también eso, no solo cómo luce. La bella Kenopsia. No hay que negar que primero se entra por el aspecto, al menos el impacto inicial. La palabra de la “k” y la “ps”. Al escucharla o leerla, la palabra te gusta. Te calienta, un poco. Pero no te enamora. El amor es una palabra pesada.
Kenopsia, explicó la mujer, refiere a una situación inquietante, tal vez emparentada con cierta nostalgia, que experimentamos al encontrarnos en un lugar vacío, que habitualmente suele estar lleno de gente, pero que en ese momento permanece tranquilo, como si estuviese abandonado. Y dio ejemplos con situaciones vividas en la cuarentena estricta por la pandemia de coronavirus. Momento kenóptico por excelencia. Kenopsia. Si ya sonaba linda, con el significado me cautivó. Totalmente enamorado de la palabra.
Cuando te estás conociendo con una palabra nueva, que te gusta, todo es pasión y magia. Es la famosa etapa del enamoramiento que no querés que se termine nunca, pero que siempre se termina, eventualmente.
Así, con este barullo kenóptico, llegué a la escuela después de atravesar el camino flanqueado por altísimos eucaliptus. El sol, a mi izquierda, recién, tímidamente, escarbaba entre nubes oscuras. La radio ya no se escuchaba desde, al menos, kilometro y medio (cambié el dial mecánicamente). Pasaron un par de jingles de Marolio y pastas secas Estrella del Paraná y no los canté. Dejé a mi hijo en la primaria. Había un hijo.
* Alejo Mayor nació en Paraná en 1984. Es sociólogo. Tiene editado un libro de relatos.