¡MILEI REVELA EL PLAN SECRETO! ¿ARGENTINA CONEJILLO DE INDIAS DE EE.UU.?

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Me desvelo a la una y cuarenta y cinco de la madrugada del martes. Pongo YouTube y lo primero que me aparece en el timeline es la entrevista de Fantino con Milei que, según el pie de página del video, dice que se emitió hace cinco horas.

El video empieza con una canción de cancha, a favor de la medida de Milei con respecto a la salida del cepo cambiario. El tema de cancha no se entiende. Fantino logra que Milei cante la canción de cancha: “Mandril, decime qué se siente, que el cepo llegó a su final. Te juro que aunque pasen los años, vos siempre vas a pifiar. Que TN y La Nación, yo escuché tu proyección, y ahora estás llorando sin control. Tu opinión te la metés donde no te llega el sol. ¡Cómo doma este gobierno, por favor! Mandril, decime qué se siente…”.

Milei comienza diciendo que es un día histórico. La voy a seguir mirando porque al enemigo hay que entenderlo. Esto es lisa y llanamente una guerra; hoy el enemigo avanzó terreno nacional a base de un préstamo en dólares del ejército aliado norteamericano. Todas las guerras son políticas, lo dice el libro que estoy leyendo, De la guerra de Von Clausewitz, y en estos nuevos conflictos bélicos de esta era, que se desatan en países como el nuestro, ya no necesitan armas, sino dinero, ficticio claro está, pero como dicen también por ahí: el dinero más fuerte es el dinero invisible.

¿Qué acaba de pasar hoy en nuestro país? El gobierno de ocupación anglosajón tiene una guerra civil económica con su propio pueblo. Y para ganar esta guerra necesita apoyo económico externo. Como en la escena de GOT cuando se atraviesan mares helados y van a los bancos a buscar financiamiento para el conflicto. Bueno, lo mismo pasó hoy en la Argentina. El FMI puso un colchón solvente de guita y agrandó la deuda aún más, adicionándole más crédito al crédito. Lo que vulgarmente en el pueblo se llama crédito tapa crédito.

El dinero real no existe. Todo es economía financiera: movimientos de números en cajas enormes con puntos y comas. La respuesta del pueblo ante esto es la tranquilidad. Los mercados tranquilos y la gente tranqui piola.

Como siempre pasa, nunca sucede lo que todos piensan que va a suceder. El fin de semana que pasó no se habló más del estallido que iba a ocurrir el lunes. El estallido no ocurrió. No pasó nada. No me voy a cansar de decirlo: la historia no se repite de la misma manera, sino que peor. Así que me generó un cringe increíble ver a La Bersuit tocar “Se viene el estallido” en el Quilmes Rock repleto de gente en Tecnópolis, el monumental campo artístico creado durante el Cristianismo.

Yo salté y canté el “Se viene el estallido” en 2003 en el Club Echagüe, cuando el estallido ya había pasado y la economía levemente iba levantando muy de a poco con las medias puestas en las chanclas del olvidado Lavagna. Yo no sé lo que hay ahora, o cómo se llama. Un estallido, hasta quizás, sería lo más saludable. Lo que hay ahora es una tranquilidad, pero no de esas que traen la esperanza. Eso es lo que sucede después de las tormentas.

Todo lo que conocimos hasta ahora con metáforas como tormenta, estallido, volar por los aires y tranquilidad no existe más. La ansiedad con la que se vive en la actualidad licúa todos esos conceptos y no deja entender lo que vendrá. Y quien salga a explicar, desde Álvarez Agis hasta el economista más humilde, buscado por la producción del canal de cable más exótico en la provincia, para que le explique más o menos lo que sucede en materia económica al pueblo, va a tirar fruta.

No es momento para las ciencias exactas en un mundo que es pura vorágine. Trump en una semana sacó y puso aranceles ante la respuesta artística, pero no por eso menos firme, del gobierno chino.

Los homebanking son los nuevos Panzer. Ahí se libra la guerra en terreno virtual. Movimientos de dinero, que no existe, de un alias a otro, transando monedas con un celular, es lo que antes era un soldado entrando a una nueva ciudad, organizado por un general, avanzando tapándose entre muros para disparar a francotiradores y comer terreno enemigo.

No hay soldados, hay mercenarios de turno. A falta de liderazgos fuertes, solo hay población civil armada con celulares y 4G.

Sigo la entrevista de Fantino a Milei que duró cuatro horas, cuarenta y tres minutos y treinta y dos segundos. Voy casi tres horas. Entre medio me voy al gym y levanto pesas mientras los escucho a Milei y Fantino hablar de Boca.

Milei al final no explicó las seis hojas que llevó de machete para dar la clase de economía que supuestamente iba a dar. Se lo nota confiado y animado, hasta feliz. Si Milei fuera de los nuestros, sería un país increíble. De los nuestros digo, nacionalista. Es lisa y llanamente un entreguista, una persona que conoce de números pero que es un títere de otros más grandes. El expresidente al menos era un títere que puso Cristina y que después no pudo controlar. Pero al fin y al cabo era un títere argentino puesto por una argentina.

Javier Gerardo no es careta y eso se respeta, por lo menos yo lo respeto. El tipo hizo exactamente lo que dijo que iba a ser. La gente votó exactamente esto que estamos viviendo. La entrevista sigue con él explicando algo que logra desconcertar por completo. Literalmente dice que el dólar, por la emisión norteamericana y por la no emisión nuestra, va a bajar a mil pesos. No entiendo casi nada de economía, pero él explica variables y flechas con demasiado tecnicismo que solventa su teoría. Así que los que compraron dólares a mil cuatro con pesos argentinos supuestamente, según lo que cuenta Milei, van a perder dinero en un futuro próximo. No sé si estoy siendo operado por Neura. Y le advierte a los del campo que liquiden los dólares porque en julio vuelven las retenciones. Ni Cristina domó tanto al sector patricio y estanciero. Y sin que se le tiren litros de leche, ni que le taponen la Casa Rosada con tractores, ¿cómo lo hace? ¿Cómo hace? ¿Las fuerzas del cielo? ¿Será el hombre gris del que hablaba Benjamín Solari Parravicini?

Es un agente norteamericano y no lo oculta para nada. De hecho, en una parte de la entrevista dice: “Vamos a vender todos los recursos naturales de la tierra Argentina a los Estados Unidos”, “nosotros no tenemos capacidad técnica para explotar eso”. Tómense el trabajo de mirar ese video largo de cuatro horas. Es impactante. Nunca vi un nivel de entreguismo como el que acabo de ver. Lógicamente, luego dice que de los cuatro u ocho años que se quede en el poder, se retira a vivir en el campo con sus enormes mastines ingleses. Y le creo, porque mientras lo escucho, imagino que todo el plan ya estaba pergeñado desde antes del diecinueve de noviembre de dos mil veintitrés.

Por ese motivo los norteamericanos nos dan tantos dólares dulces. Es un plan macabro y quizás Argentina sea el conejillo de Indias. Y todos nosotros dando vuelta adentro de una jaulita mientras los expertos norteamericanos evalúan cómo vamos todos muriendo de a poco, pero los números cierran. ¿Quién va a pagar todo esto? Los chicos que en un futuro no puedan ir a la universidad, los que se mueran desangrados en las puertas de los hospitales públicos, los viejos que no sepan manejar un homebanking y que le dan el celu al empleado de turno de un Santander o de un Galicia, que te enchufa un crédito con quince seguros.

El mundo avanza a pasos desastrosamente enormes. En un momento de la charla, Fantino le dice a Milei que Foucault decía que todas las personas vivimos en nuestro tiempo como adentro de una pecera, que no podemos sacar la cabeza del agua de la historia del momento en que nos toca vivir, pero la pecera a veces se limpia y cambian el agua, y ahí es cuando el paradigma del mundo vuelve a cambiar. Y que no se agrande tanto, porque puede quedar afuera de la pecera y morir ahogado de aire por falta de agua. Milei increíblemente dice una frase de Popper: “El conocimiento es un territorio de disputa”.

No sé, no quiero pensar más. Me cansé. Esto último me liquidó. Es una guerra, la estamos viviendo. Una guerra sin armas, una guerra política, como lo fueron todas las guerras desde que empezó este puto mundo.

Hasta acá estuvo. Nos vimos. El próximo miércoles.