Pildoritas sobre El Eternauta

Sin soplar ni repetir, van estas pildoritas sobre la serie más vista en la plataforma corporativa y, principalmente, sobre la mítica historieta (nunca “cómic”) en la que se basa, intentando no redundar en toda la info que está circulando por estos días al respecto (¡Uf!)

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“En su literatura, en historietas están los grandes temas que acosan al hombre desde siempre: el amor, el coraje, la lealtad, la muerte y el tiempo”, escribían sobre Oesterheld Trillo y Saccomanno en su libro “Historia de la Historieta Argentina” (1980). ¿Y en la serie? También están los mismos temas. Porque antes que nada y por lecturas sobre ideologizadas, la historieta y la serie son de género: aventura de ciencia ficción pura. Oesterheld, en el prólogo de la reedición que hizo Ediciones Récord de la historieta en 1975, dijo que El Eternauta era su reversión del “Robinson Crusoe”. Pura aventura. Escrita sobre la marcha para una revista semanal de historietas de aventuras que salía en los kioscos.

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Hubo una reversión de esa primera historieta en 1969, dibujada en forma muy experimental por Alberto Breccia y publicada en la revista celebratoria de las aventuras militares por antonomasia: ¡la revista GENTE! La serie se canceló por una decisión editorial y por las cartas de lectores quejándose del estilo que había tomado (ya había haters por entonces). La segunda parte, de nuevo con Solano López en los dibujos, publicada en la revista Skorpio en 1976, fue sí más militante, con alegorías más explícitas. Fue en la antesala del secuestro y posterior asesinato de Oesterheld.

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Después sí, las metáforas originales con las lecturas que se hicieron en la época, y las que se podrían hacer hoy con la serie: la invasión como el Imperialismo (yanqui) con su jerarquía de colaboracionistas, frente a lo nac&pop. El grupo protagonista como parte de la resistencia peronista (la historieta sale en el 57 con el peronismo proscripto por la Fusiladora). Los copos, esto post 2020, como metáfora del COVID y la pandemia. O la nevada global y local leída como la tormenta de ultra derecha neoliberal que estamos padeciendo, etc. Y otra herida no cerrada: Malvinas (una de las licencias que juega más fuerte en la adaptación).

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La revista “Hora Cero”, donde se publicó originalmente El Eternauta, era pequeña: 27 x 20 centímetros en papel pulpa. Económica, accesible, popular. Oesterheld convocó un dream team de dibujantes para su revista. Entre ellos, el tano Hugo Pratt, autor años después del célebre marino Corto Maltés. Pratt vivió en Buenos Aires entre el 50 y el 60. De alguna manera, al traerlo a la Argentina, Oesterheld fue artífice inconsciente de que años después, Pratt dibujara “Tango… y todo a media luz”, la aventura del Corto ambientada en el Buenos Aires de 1923 con citas tangueras, piringundines y prostitutas regenteadas por la Zwi Migdal. Y dos lunas parlanchinas que sólo se veían en la estación Borges de tren.

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En la versión para N., la serie está ambientada en el presente. Con chivos publicitarios de fondo y una pátina más pochoclera que la que seguramente hubiera hecho Lucrecia Martel en una película con el ninguneado, desde el Ejecutivo, INCAA. Aparecen un cartel con un anuncio de un recital de ¡Los Palmeras! y, sorpresa para los amantes de ese deporte, un palo de hockey sobre patines usado como arma casera por el jefe de una familia.

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Ya sabemos: distintos formatos, distintos lenguajes, licencias y recreaciones varias. Eso sí: el clima oscuro, denso, de la historieta se transmite perfectamente. Allí abundaban los claroscuros en el dibujo de Solano López, muchos plenos de tinta negra, muchos contrastes. La serie, más allá de la genial fotografía, el sonido noise de fondo logra un estado de suspensión que nos mantiene en ascuas todo el tiempo.

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Oesterheld, como Walsh, oyeron. A un fusilado que vivía, a sus hijas. Ambos llegaron a la militancia en Montoneros por influencia de ellas. Oyeron el llamado del compromiso social, de la Patria Socialista, que los sacaron de sus lugares de escritores burgueses. Ambos murieron asesinados por la dictadura. Walsh lo hizo como su hija: en un enfrentamiento con militares a punta de pistola. Oesterheld, desaparecido y asesinado como sus cuatro hijas -dos embarazadas-, y dos de sus yernos.

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El periodista y amigo Américo Yuarman, nos desasnó desde su facebook por estos días: “La frase ´nadie se salva solo´ no es de El Eternauta, aunque expresa sin duda su espíritu. La escribió Paulo Freire, el gran filósofo y educador brasilero en su ´Pedagogía del oprimido´ (1968)”.

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Y el miedo que uno tenía, que por suerte no se materializó, es que ese “héroe colectivo” quedara reducido al “héroe individual” tan hollywoodiano. Por suerte no pasó. Aparecieron sí, un par de personajes que no estaban en el grupo original; una venezolana y un oriental. Un toque inclusivo y de corrección política, una referencia contextual actual. Y vimos a un Favalli más dubitativo que el original, menos determinado.

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La ciudad, aun muerta, está viva. Es un personaje más. Están todos los clichés del cine post apocalíptico hollywoodiano. Nieve, chatarras que esconden el peligro en cada leve movimiento, en cada sonido. Resuena un poco a  “La carretera”, la excelente adaptación de la célebre novela de Cormac McCarthy, a esas ciudades muertas y de muertos llenas de peligros.

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¡Miedo a que el Manos se despachara con una de Richard Clayderman!, ja ja. Naa, mentira. La banda de sonido, además de la que ejecuta el manoplas, (Spinetta, Manal, Él Mató), una belleza marca Stagnaro desde Okupas. ¡Cómo se resignifican esos temas del rock nacional con esas escenas! Lindas sincronías.

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En el Episodio 2, Favalli descubre que: “¡Lo viejo funciona!”. Frente al mundo de la obsolescencia programada y los espejitos de colores de las novedades de la sociedad de consumo, lo viejo funciona. Como los discursos de odio y los proyectos vaciadores de la derecha, viejos como la historia, que también “funcionan”. Ergo, la resistencia también debería funcionar. Nos quedamos con eso.

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La adaptación es de un nivel altísimo, salda una deuda pendiente con holgura. Algo dispares las actuaciones, quizás. Pero el ritmo, aún con sus momentos aburridos y hasta “didácticos” que la historieta los tiene, te lleva de las manitas y te deja continuar al próximo episodio sin osar ocurrírsete poner stop aunque la vida misma y sus urgencias (trabajar o cagar, si es que no fueran lo mismo) lo impidan. De todo lo demás, factura técnica, dirección, mano de obra local, etc. ya se habló mucho y obvio se celebra. Lo que sí, esta primera temporada quizás llegue al 33% de la historieta original completa. ¿Tendrá una tercera parte después de esta segunda confirmada?

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Si no lo hicieron todavía: denle play, relajarse y a gozar. Después de todo, es como dijo el dibujante Pablo Sapia en su muro de Facebook: “pretender comparar la obra de Oesterheld y Solano López con la serie de Bruno Stagnaro, es como querer comparar el Batman de Bob Kane (la historieta original) con la película de Tim Burton: un ejercicio inútil. Es otro lenguaje. Otra época”.

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Otro lenguaje. Otra época. Esa es la clave. Puristas: abstenerse. Lo que mata no es la humedad, si no la literalidad.

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Por último, dejo esta cita de los instagrams @h.i.j.o.s._capital
y @abuelasdifusion:


“¿Estás mirando la serie El Eternauta?

Si es así y naciste en noviembre de 1976 o entre noviembre de 1977 y enero de 1978 y tenés dudas sobre tu identidad o la de alguien que nació en esas fechas, contactate con @abuelasdifusion
Seguimos buscando a los nietos o nietas de Héctor Germán Oesterheld y Elsa Sánchez, y tal vez estén viendo esta serie basada en la obra de HGO y Francisco Solano López.
Diana y Marina Oesterheld fueron desaparecidas por el terrorismo de Estado. Estaban embarazadas. Esas eran las fechas de parto previstas. Las dos siguen desaparecidas, al igual que sus hijos e hijas. Ayudanos a encontrarlos”.