S01 E23
Tengo que confesarles algo. Porque ya los siento mis amigos. No me sale la montañita del mate estilo futbolista. Cada mañana que me despierto hago siempre lo mismo. Pongo la pava eléctrica a 50 grados mientras me cepillo los dientes. Cuando suena vuelvo y hago la inclinación correspondiente con la yerba tapándola con la palma de la mano. Mojo la yerba y con la bombilla trato de hacer la separación esa, la famosa montañita, que vi en mil tutoriales. Vuelvo a poner el agua a 85 grados mientras rompo cuatro huevos con un poco de queso dentro de un bowl. Después abro la heladera y tomo la pasta con la panza vacía. Una pasti y media hasta el otro día. Me hago una tortilla con los huevos que tampoco me sale. A veces sí me sale. Pero a veces no me sale. A veces sí me sale. Pero a veces no me sale. A veces sí me sale. Pero a veces no me sale. Y finalmente fracaso como todas las mañanas con la montañita del mate estilo futbolista.
Compro libros de poesía. Me la gasto toda en libros de poesía. Los que me conocen saben. Me la gasto toda. Leí de un tirón Diario de una persona inventada, de Cecila Pavón. Después Control y no control, de Fernanda Laguna que me puse contento cuando descubrí que es de géminis, nació un 13 de junio, mismo día que Pessoa y Yeats. Tiene unos versos increíbles. En uno dice que la carrera de un artista es hacia atrás. La carrera de un artista es hacia atrás.
Mantra al toque en la mente:
la carrera de un artista es hacia atrás
la carrera de un artista es hacia atrás
la carrera de un artista es hacia atrás
En otro tirá:
en este momento no estoy mirando tele
no me estoy informando acerca
de lo que está pasando en el mundo.
Estoy escribiendo las memorias de mi estado de ánimo actual.
No voy a ahondar en lo mal que me siento por lo general.
Eso me mató. Tenía que leer ese libro justo en este momento de mí vida. Esa dualidad, eso que nos parece decir pero que dice otra cosa, eso que todavía no sé lo que quiere decir, aunque lo escribe y resulta fácil de entender pero después no sé si lo comprendo bien. Esos versos son los que recuerdo siempre. Los que me ayudan a entenderme a mí mismo. Los que me hubiera gustado escribir a mí. Desde los veinte que me conmueve y me salva la vida la poesía. Esto se me mete dentro y me deja regulando. Capaz hice terapia leyendo poesía. Encima cada vez que voy mi psico me dice “voy a hacer un ajuste en mis aranceles”.
Y no avanzo. ¿O si avanzo? No se trata de avanzar sino de leer poesía y de escribir. Ojalá pudiera escribir poesía de manera mecánica, así sentimental y emocionalmente automática. Me gusta cuando los poetas son directos y dicen lo que sienten sin tanto palabrerío.
Calveyra me dijo una vez que las palabras tienen que dibujar un paisaje en la mente. Después también me dijo que existe poesía mala y poesía buena. Todo para decir que conocí a Calveyra.
Creo que hay algo ahí que le llega siempre a otro. El próximo libro que escriba quizás se llame “Voy a hacer un ajuste en mis sentimientos”.
Así que no ví el debate presidencial porque volvía de Rosario. Volvía de Rosario en un bondi y en la ruta no tenía señal. Fui a Rosario a la tercera edición de la ranchada poética. Mucha gente, amiges, poemas, todo mucho, re lindo pasar un domingo peronista en el parque independencia. La amistad, el movimiento, la autogestión cultural en un espacio público, la idea de hacer política con la poesía. La ranchada es a voz abierta y sin nombres en los flyers.
Textos, silencios, textos, silencios, textos, silencios, textos, silencios.
Cuerpos, voz, cuerpos, voz, cuerpos, voz, cuerpos, voz, cuerpos, voz.
Y después les amigues y la droga y los churreros ahí no más enfrente del Automac. Y los sentimientos de cada uno. El amargo obrero. Las fotos y los posteos. Y las gorritas. Las bicis apoyadas contra el árbol. Y los poemas otra vez. Y la vida otra vez. Y la tarde again. Y los libros tirados en el pasto. Y el amor que nos une a todos nosotros tímidamente en silencio. Y que vamos a llegar hasta ser viejitos y a seguir en la misma con la poesía.
Me volví tempra a las ocho. El Rápido Tata se demoró cuarenta minutos. Se me sentó un borracho que me veía leyendo el libro de Laguna. Y me dijo, me puedo sentar al lado tuyo. Le dije que sí. Quería hablar. Tomaba una lata de Pepsi. La terminal estaba llena de policías. El borracho intentaba hablar con los polis. Pero solo uno le dió bola. Después se sentó al lado mío. Me contó su vida. Me dijo estos, señalando a los policías, llegan a entrar al barrio Granadas así vestidos y los volteamos de una. Yo soy pariente de los Canteros. Pero yo no quiero entrar en ese mundo, tengo un nene de dos años, yo trabajo en Victoria, soy pintor. Me muestra la foto de su nene como fondo de pantalla en su celu.
La vida es un círculo, decía así, y dibuja en el aire con la mano un redondel, si vos hacés las cosas mal, tarde o temprano te vuelve. Yo no quiero eso para mi familia. Por eso laburo. Yo lo escuchaba mientras decía, amigo me salvaste. Esto va parar al diario del miércoles. Gracias.
¿Todo lo que vivo se puede escribir? Seguramente no. Es imposible. Uno oculta algunas cosas y muestra otras. Es así.
¿Tengo que terminar con una imagen medio poética no?¿Esas trilladas con la que los escritores terminan los textos? Como si fueran los únicos que miran la luna a la noche en octubre.
Bueno creo que hasta acá estuvo. Nos vemos el próximo miércoles.