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La única verdad es la virtualidad. Chateás y sentís el frío seco del texto en tus dedos. Escribís en una pantalla el mensaje que otro va a leer en otra pantalla. El medio es el mensaje.
Aunque el yo sea otro o la patria es el otro definitivo, al final uno se pasa toda la vida tratando de conocerse a sí mismo y ni siquiera eso a veces alcanza.
Abrís la heladera y salís a la calle. La panza con hambre de la noche abierta con la luna lejos que señala lugares seguros pero aburridos.
Pasás el finde y no hacés mucho. Todo sigue de la misma manera. Un amigo al que no ves hace un tiempo te escribe y te cuenta que el presidente pierde imagen positiva en Córdoba. Un poco te cebás. Las protestas siguen en Misiones pero a los medios no les importa.
Vivís solo en un edificio viejo de la década del sesenta. Tenés bigotes pero no tenés gato. Una chica te manda un mensaje. Le respondés el mensaje. Vas al gimnasio, estás tranquilo y en forma. Alimentado y con buena energía. Te ponés a pensar entre serie y serie, levantás mancuernas pesadas. En la prensa metés más de doscientos kilos y te ponés contento. Te hace bien hacer fuerza. Te pone feliz pero nadie se da cuenta. No necesitás volverlo visible, no querés que nadie lo sepa. Por eso no necesitás de la pyme del patito sirirí en la cabeza. No tendrías pelo desde donde poder sostener esa nueva moda New age.
Escuchás el disco de Los turros, notás que tiene un nombre increíble: En este futuro brillante no podés olvidar tu pasado. Te animás a tirar unos prohibidos en la vereda mientras volvés a tu casa chupetona. Subís una historia a ig.
Pensás en una imagen que te pone de buen humor y maquinás que el amor es lo que te hace escribir. Que te gusta el dinero solo para pasarla bien. Los editores te envían la novela que estás por publicar en un contexto muy difícil para publicar. El texto es un bardo ordenado como a vos te gusta. Estás contento pero ya estás pensando en escribir algo nuevo y ya no disfrutás tanto como cuando la escribiste, por eso querés seguir escribiendo.
Querés más y más y más. Te pone buena onda saber que vas a volver a escribir algo nuevo y arriesgado. Nada te divierte más en el mundo que jugar con las palabras. Si te pagan por hacerlo, mucho mejor. Bueno, sí, también las chicas te sensibilizan el espíritu y te hacen escribir poemas. Nada te deja más tranquilo que pensar en la belleza.
A toda costa tratás de evitar la oscuridad. No te gusta pensar en cosas tristes por eso escuchás canciones que te levantan el ánimo, como “Presente” de Vox Dei. Aunque el tema no es tan optimista a vos te llena de luz. Nunca volviste a la reunión de egresados, recordás pero hasta ahí nomás, sin esa necedad de querer volver al pasado. La palabra necedad te hace escribir la palabra necesidad.
Es sábado a la tarde. Dormís una siesta de dos horas después del trabajo. Te preparás unos mates y diseñás una tapa para el sitio web donde trabajás con tus amigos. Ponés cumbia. Siempre cumbia.
Sos feliz con poco. Leés el poema del recorrido del 22 en una peña de poesía. Te aplauden. Notás que el texto es medio standapero y te parece un bodrio. El poema se llama “El hombre sin pasado”, lo escribiste hace un tiempo porque una novia que tuviste te dijo esa misma frase “sos un hombre sin pasado, para mí” cuando intentabas contarle tus amores anteriores. Te pareció increíble que ella te dijera esa frase. Te disparó todo un mundo por delante, que vos después lo hiciste poema. El amor te hace escribir, por eso te gusta tanto enamorarte, aunque después sufrís casi siempre como un perro.
Te aburrís en el trabajo, comés facturas por la ansiedad que te da que se termine el turno, que no pasa más. Pensás de qué otra forma sería diferente, pero te resignás y seguís con la trabajación habitual que te impone el sistema.
Terminás la serie que estabas mirando. La de Sandro. Te identificás con el personaje, hijo único, dos personas en una sola y el amor por las mujeres más grandes. Siempre te gustaron los artistas populares aunque vos nunca te hubieras ido a vivir con tu vieja de grande por miedo a estar solo y tu arte ni en pedo te va a dar ganancias como para comprarles una casa a tus padres.
A veces pasa que recordás la frase que dejaron los asaltantes del robo del siglo en el banco Río “en barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores” y reflexionás que a veces en el querer también se puede esquivar el rencor y tratar de seguir adelante como se pueda.
Te levantás frustrado después de un sueño. Donde quisiste comprar una pelota de fútbol en un Better cuando estaba justo por cerrar, el empleado te hizo el aguante, te hace pasar a un local vacío, elegís la bocha marca Nassau pero la tarjeta te da saldo insufiente al momento de pagarla.
Te vas a acostar, te tapás con doble frazada y sonreís al techo blanco de la pieza cuando recordás que un cóndor después de los cuarenta años pierde la capacidad del movimiento de sus alas y la dureza de su pico que le permite comer. Entonces sube con lo poco de energía que le queda a la cima de una montaña. Donde se retira, deja caer sus viejas alas y rompe lo poco que le queda de su jeta contra una roca dura. Para que le crezca todo de nuevo, una armadura firme y fuerte, para el resto del viaje.
Es ahí, justamente ahí, cuando simplemente cerrás los ojos y te dormís traqui piola.
Creo que hasta acá estuvo bien
nos vimos el próximo miércoles.