Naides es más que nadies

s02e18

Primero de mayo y tengo varias preguntas.

¿Se puede festejar el día del trabajador?¿Qué se festeja?¿Nos gusta trabajar?¿Trabajamos?¿Estamos orgullosos de pertenecer a la clase obrera?¿Existe todavía la clase obrera?¿Dignifica el trabajo?¿Quiénes trabajan?¿Por qué trabajamos?¿Sentimos que es realmente nuestro día?

Muchas preguntas y pocas respuestas. Juan Grabois y Emilio Pérsico en un libro del año 2017 ya usaban la categoría de aristocracia obrera para referirse a aquellos trabajadores elites con vacaciones pagas, aguinaldos y cajas navideñas. Imaginemos la grieta que quedó después de la pandemia entre el rubro. 

Más allá de esto nadie se define aún como de clase obrera. En Argentina la única clase que parecería existir es la clase media y sus múltiples variantes. Es la casa quinta con pileta a la que queremos invitar a todos nuestros amigos para nuestro cumple.

Naides es más que naides era el lema que se tallaba en el cuchillo apuñalador del Chacho Peñaloza y con el que libraba el despeje rojo de la campaña federal en el siglo XIX. Nadie quiere ser menos, ni pobre, es una enfermedad. Nadie quiere andar de sandalias franciscanas por la calle. Y es lo más normal en un mundo lleno de oportunidades para generar ingresos. Pienso en mis compañeros de trabajo apostando con el celu el dinero que generan después de mucho esfuerzo.

Parecería no haber quedado nada en pie del famoso dictamen “la única clase que existe es la de los trabajadores” de Evita en su bellísimo libro Mi mensaje. Ni la crisis del mileísmo nos lleva a sentirnos orgullosos de un trabajo.

Horas antes del día del trabajador los diputados, acaban de votar, entre otros mil derrotas, a favor de cambiar la única herencia posible a futuro que tiene un trabajador bajo dependencia: la indemnización. Todavía no es un hecho pero parece que hasta dentro del mismo peronismo empieza el zumbido por lo bajo de una reforma laboral, hasta CFK lo tiró al pasar. Que incluiría entre otras pérdidas de derechos, que el desembolso monetario por el cese de la actividad, lo pague el propio trabajador a través de un bolsa financiera. Es una cargada por no decir una grosería, que se estén afirmando positivamente estás cuestiones horas antes del agasajo del laburante. Es lo mismo que hizo Macri en 2018 cuando eligió endeudarse con el FMI el día de la bandera. Un tiro en el corazón a la única clase que conoce el peronismo: el trabajador.

Yo no sé si Milei es un fascista pero sí sé que utiliza una característica muy particular de este movimiento. Es muy bueno corriendo el arco y sabe crear confusión cognitiva en toda la sociedad. Te hace pensar si no estarás equivocado con lo que pensás. Porque se puede oler en el aire de la sociedad la pregunta ¿Y si tiene razón con lo que hace?¿Y si le sale bien?¿Y si el pueblo tuvo razón al votar?¿Será verdad que hace falta una reforma laboral?¿Los empresarios realmente necesitan más ayudín para arriesgar? Esa maldita duda que achica cada vez más el trayecto de los alimentos a la mesa de todos los argentinos.

Yo sé que el sistema de ultra derecha nunca funciona en un pueblo como el nuestro, que tiene mucha presencia corporal en las calles. Pero también sé que la Argentina es bipolar y así como no le gusta sentirse explotada por el neoliberalismo atroz también es verdad que acá un sistema de esas características duró diez años y el líder espiritual de ese proceso ganó las elecciones en 2003 luego del 2001. Argentina es increíble.

Sigamos filosofando ¿Qué es ser un trabajador? ¿Una persona dócil que interpreta un papel fundamental en el desarrollo ficcional de los sueños tormentosos del sistema? ¿O es alguien fuerte que se dio cuenta de antemano cómo son las reglas del juego, que sabe ser funcional para que no le rompan demasiado las bolas?

En cualquiera de los dos casos, consciente o no, es la necesidad básica de la naturaleza humana la que manda: la comida como energía para vivir. ¿Lo demás es secundario?

Pero soy un colonizado si solo veo esa necesidad energética satisfecha de forma orgánica. Es decir, sin antes procesarla pegándole la calco de hecho en Tierra del fuego, industria nacional. Trabajar para comer o laburar para sacar adelante el país. Ser o no ser argentino. Ahí me gusta más.

Esto lo pensé sentado en una banqueta en Russell. Mientras sentía la birra artesanal N°6 de Arielo como pasaba por la garganta. En una pantalla grande pasaban un video de un DJ con bigotes, cadenas y remera oversize. Presionaba botones y perillas, los bits de la música house hacían mover a gente sin pathos, genéricamente muy estereotipada, que tapaba con gafas de plástico oscuras la naturaleza de un típico rayo de sol a la tarde en los jardines de Hierlam. El DJ como un nuevo operario de fábrica de la industria del entretenimiento. Los consumidores lo miran desde la pista, más de un turno de franja laboral, se mueven centrifugamente sin pasión, almidonados por la dopamina estructural dentro de un mundo lavarropas empresarial y competitivo ¿Esta gente a quién votó?

Pero Dios es energía nos dice el vendedor de bolsas de consorcio 40×60 que se nos acerca a la mesa. Le doy un San Martín de piel naranja, que no fue nunca a la UADE, pero no le agarramos el paquete de bolsas. Estoy con una amiga tomando algo. Ella le pregunta si votó a Milei, porque es importante saberlo, le réplica ¿Por qué siempre la pesada carga del sufragio sobre el pobre laburante? El vendedor esquiva la respuesta y dice que por sus malas decisiones en la vida terminó así. La inmunda culpa de ser pobre, de andar tirado. Nos dice: que la Argentina siempre fue igual, el que no trabaja tiene plata siempre y el que se rompe el lomo anda corriendo la coneja. 

¿Qué es el trabajo? Borges decía que es inutíl remitirse a la etimología de las palabras para entender la realidad. Pero no le hagamos caso a Jorge:

Trabajo: del latín vulgar *tripaliāre ‘torturar’, derivado del latín tardío tripalium ‘instrumento de tortura compuesto de tres maderos’.

Con razón las horas en el trabajo se sienten como estar atado en un trípode. Ahora entiendo la felicidad que me agarra cuando me desatan de las cuerdas de las maderas ancladas y vuelvo a casa, después de ocho horas ¿A ustedes les pasa lo mismo? No me dejen solo en ésta.

Lo que ocurre es que no se puede vivir si no estás atado del trípode. Yo cuando vine al mundo el elemento de tortura ya existía. Qué voy a ser el único loquito que se releve ante esto. Mejor encuentro la libertad, no la que avanza, maniobrando mis manos y tratando de despejar la mente, creo que esto decía Sartre, el obrero puede ser libre, lo mismo que el DJ, presionando alineadamente perillas, cargando datos en un excel o contando y tirando dinero ajeno a una boca de lobo de una caja fuerte como es mi caso.   

El trabajo ordena la vida. Ojalá sean más los que se reconozcan trabajadores. Y cada vez más se consiga en este bendito país trabajo genuino, duradero y de calidad. San cayetano🙏 y los trigos en la bolsista de plástico en la caminata a Luján. Aunque sea para tener algún plan. Recuerden que el vivir del presente y el tema de la fluidez espontánea es una trampa que el capital nos pone para seguir agigantándose de forma vulgar. De todos modos no tenemos la culpa. Las cartas ya estaban repartidas cuando nosotros ni siquiera habíamos levantado la mesa para arrancar el chinchón.

Recordemos esta linda anecdota: En el verano de 1939, un periodista le preguntó a Sigmund Freud, qué era para él una persona sana, madura e integrada en la sociedad. El periodista, esperaba un largo discurso, se quedó sorprendido con la brevedad de la respuesta: “Amigo mío, cualquier persona capaz de amar y trabajar”.

¡Feliz día del trabajador!

Creo que hasta acá estuvo bien

nos vimos el próximo miércoles.