En casa estamos por romper una pared para poner una ventana, para que entre más luz. Una ventana como en la canción de Leonard Cohen que dice “Hay una rajadura en todo. Así es como entra la luz”. Y entonces podríamos ser demasiado sensibles para este mundo y ver en todo algo poético, algo depre y casi trágico. Y pensar también cómo se construye una casa según la ubicación de las ventanas, cómo se orienta para aprovechar la luz y cómo se asienta desde unos cimientos firmes con una capa que aisla para que no crezca la humedad y pudra todo desde las raíces de esa casa, desde el podrido centro del planeta tierra. Y decir también, como Fabián Casas, que “todo lo que se pudre forma una familia”. Porque acá vive una familia. ¿Y cuántas ventanas tendrá Casas en su casa? Y entonces podríamos hablar de las vidas que viven en una casa. La familia que abre una ventana porque busca la luz redentora y blanda del sol, un calor que es como un abrazo en la más fría de las soledades. Porque nacemos y morimos solos, aunque estemos juntos. Y porque si estamos vivos es que estamos condenados a morir. Como el meme del filósofo que dice “La existencia es una tragedia”. Una existencia sin ventanas. Aunque demos el último suspiro en una habitación de un hospital, rodeados de amigos y familia, con una ventana grandísima que da al mar, un mar como el mar de una pintura. Y podríamos decir que el corazón de un hogar es un rayo de sol que entra por la ventana como una flecha santa hasta la panza de un gato. Pero no tenemos gato. Y sol tampoco, porque nos falta una ventana. Y pensar también en los fantasmas que traspasan las ventanas y bailan en las cortinas. En cómo cambia una casa cuando se abren las ventanas. En que una ventana se parece a un espejo, pero no lo es. Y podríamos calcular cuánto saldría hoy comprar un terreno, un pedazo del mundo, y materiales para construir una casa desde cero, desde la tierra al cielo. Pedir un crédito UVA y arruinarnos para siempre. Elegir entre aberturas blancas o negras, buscar materiales, madera, hierro, vidrio, arena, piedra, hacer una entrada para el auto con un garage y un aro de básquet. Comprar chapas acanaladas y rollos de alambre. Bolsas y bolsas de cemento y Plasticor. Y ventanas. Dejar un sótano terrorífico, sin ventanas, para guardar cajas y llenarlo de pasillos de cartón. Y poner ahí un freezer con pies y brazos. Dos o tres habitaciones para nuestrxs hijxs, camas con cajones de verdulería, posters de ALF y Benji Gregory (QEPD), para que después nuestrxs hijxs se vayan y quede un vacío tan grande como una ventana sin vidrio ni cortinas. Y luces con formas de estrellas en un techo espacial, para darle al ambiente algo especial. Una alfombra con agujeros de quemaduras de cigarrillos. Una cocina con una isla que no aisla, con concepto abierto, y azulejos, muchos azulejos azules. ¿Y con qué diseño la diseñamos? ¿Qué estilo de decoración va a tener la casa? ¿O sólo vamos a comprar lo que podamos? Cosas que primero vamos a ver por una vidriera, que es como una ventana pornográfica, que invita a ver para adentro. En un bazar chino, cosas con precios de mitad de tabla para abajo, como nosotros, o en un Familia Bercomat, cosas con un fin más funcional que estético. Y lámparas redondas o cuadradas por toda la casa, lámparas colgantes o de pie. Y mil focos LED. Un bajo mesada lleno de frascos para usar nunca jamás. Y ventanas. Y una mesada donde amasar el pan sin tener que correr demasiadas cosas y, a la vez, llenar de cosas la mesada. Dejar un hueco para poner una heladera semivacía, comprar un televisor para decir “en esta casa no se mira televisión. Leemos libros”. Leer Teoría de la gravedad, de Leila Guerriero, donde todo es demasiado oscuro y triste y a veces entra la luz, apenas, por una rajadura. En una casa donde pasamos un cumpleaños feliz y donde ahora la casa es feliz también, porque hay sobras de cumpleaños. Y globos y una mañana de sol increíble afuera donde nos sentamos mientras la escarcha de julio se derrite y pensamos en que también nos falta una mesa afuera, una mesa estilo canadiense. Que bien nos vendría una mesa con bancos para sentarnos al sol, del otro lado de la ventana. Mientras el sol derrite también nuestra escarcha, la de afuera y la de adentro. Pero averiguamos precios y decimos no, y que capaz algún día sí. Y el perro trae una pelota para jugar y jugamos un rato con el perro, pensando en la ventana, que hay que llamar al albañil para que venga y rompa todo a martillazos. Pero con cuidado. Y que no nos rompa a nosotros porque ya estamos rotos. Y el niño de la casa va a la escuela temprano para izar la bandera argentina en un patio congelado. Soñando con escapar afuera de la ventana del aula. Y papá y mamá se quedan en la cama a hacer sus cosas, y también a trabajar desde su home bed office. Y la vida afuera de la ventana sigue: pasa una propaladora invitando a una fiesta, un camión trae materiales y ventanas a otra casa que se construye cerca. Y hay otros que también miran lo que pasa afuera de la ventana, con o sin cortinas, cortinas de flores, sin flores, ventanas con o sin persianas y celosías. Otros que corren la cortina cuando pasa alguien para ver quién es y si es demasiado pobre llamar a la policía. Para que lo lleven a un lugar sin ventanas. Ventanas en películas: La ventana indiscreta, la sublime Doble de cuerpo. Ventanas de Windows. Ventanas llenas de calcos en los años 90. Con mosquiteros, con vidrio común o DVH, donde los pájaros vienen a chocar, perdidos por el ruido del mundo. La palabra Ventana, que viene del latín Ventus (viento). ¿Una ventana mira para afuera o para adentro? Los amantes que entran y salen por la ventana. Los suicidas que saltan. Nacer o morir es como atravesar una ventana. Un fanzine de Parientes en la casa, que se llama Tortas y Ventanas. WindowSwap, una plataforma donde se puede ver a través de la ventana de otro, en cualquier parte del mundo. Ventanas sobre ventanas sobre ventanas. La frase: “El marco de la pintura reproduce el marco de una ventana”. Siglos y siglos y millones de ventanas pintadas en cuadros. Las ventanas de Magritte. Cuando un equipo clasifica raspando y dicen “entró por la ventana”. Y también dicen “raspando”. Todas esas escenas con gente mirando por una ventanilla mientras pasan cables y postes de luz. Las lágrimas en las ventanillas. El campo entrerriano que pasa. Ventanas tapadas con nylon. Hechas con parabrisas y botellas. El video de Chemical Brothers filmado desde un tren. La foto Andy Warhol and the Velvet Underground at the Window, de 1966. La tremenda guitarra y la poesía de la canción La ventanita del amor. Un corazón dibujado en una ventana congelada. Un Te Amo. Un ¡Lavame sucio! Las líneas del corazón y las palabras en la ventana congelada que se van borrando con el calor del sol de julio. Que derrite la escarcha de la ola polar. Que entra por la ventana que abrimos a martillazos. Pero tranquis, una ventana es una ventana.
*La pintura que ilustra la nota es El mes de la vendimia, de René Magritte.