Ya solté

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El sábado tomé un trago que se llama Ya solté, en Río Nuevo. No recuerdo ni los ingredientes, sólo lo elegí por el nombre. Y es que me siento un poco así, soltado de todo, disculpen el absolutismo, pero me puede haber derrotado la coyuntura, capaz sí.

Pienso en los bonos que suelta Sergio Tomás Massa para el pueblo en general. ¿Qué va a pasar con toda esa guita en la calle en medio de una crisis de representación política y económica?

Todo el universo que se representa en un ítem de una carta de tragos dice soltá. Dejá fluir ese vínculo de amor, que ese fantasma duelador no te gane. Soltate fluido hacia la vida que sigue adelante. No te quedés agarrado al pasado, vos tampoco Sergio Tomás, soltá la guita, dejá correr la maquinita de pesos y que todo se vuelque en la calle, como cuando cae la mezcla al piso desde una hormigonera inclinada. Dale que la tenemos que dar vuelta.

Dale boquita, soltá, la podemos dar vuelta. Y traer la séptima. Para que el pueblo esté feliz.

Será pan para hoy, hambre para mañana ese Marcelo Bonelli suelto en la calle.

Cómo nos cagaron a los inquilinos con eso de aumentar cada cuatro meses un contrato que no se puede alargar más de dos años. Por mi parte también solté esa esperanza de la casa propia. Y la seguridad que te da decir que heredaste una casa y no pagás alquiler. Eso también lo solté.

Mientras el trago “ya solté” pasa por mi garganta me aseguro en la total indiferencia de agarrarme a algo.

Esos billetes como ayuda económica para el pueblo son más para reactivar el consumo que para modificar una decisión, quizás ya tomada, del pueblo después de las primarias. Insisto con que mi deseo es que no cambie nada. Que todo siga como hasta ahora.

De todas maneras Entre Ríos y once provincias ni pagarán el bono.

Mamá insiste con que las cosas tienen que cambiar. Y su voto al monstruo parece inevitable. No se puede seguir así, repite todo el tiempo. Pero si estás bien, le digo, me dijiste que hasta te sobró parte del aguinaldo de la jubilación. Está bien, mamá vive sola y goza de una salud espléndida, siempre hizo deportes y no consume remedios. Se alimenta bien y lleva una vida saludable, aunque sigue los consejos de médicos que mira por YouTube.

Pero igual Mamá quiere un cambio. Y ya no me dan ganas de discutir. Porque también ahí ya solté. La voluntad del pueblo quiere un cambio a pesar de que el dinero circula y los lugares para salir a comer están llenisimos y tenés que anotarte para conseguir una mesa si salís los findes a comer afuera. Pero la Argentina es enorme y vos sólo escribís
desde tu círculo íntimo y pensás que tu realidad es la de todos; tenés un problema, Julián.

Manu me pregunta cómo es posible. Tan mal no estamos. El centro está lleno, la gente compra. Es un fenómeno que no se puede comprender, le digo a Manu, mientras caminamos para la feria. Quizás somos dos progres que no tienen hijos, pensá en gente que tiene una familia que mantener, más bocas para alimentar, y que trabaja todo el día y no llega, esa gente es la que quiere un cambio. Me lo digo a mí mismo diciéndoselo a Manu, mientras bajamos la barranca del parque Urquiza

No sé si estoy preocupado. Capaz un poco soltado. Aunque siempre se puede estar peor y ese es mi mayor temor hacia la idea de necesitar un cambio. Que el cambio no sea para mejor.

O que vayamos envueltos en el cambio de una mano cerrada, todos apretados sin poder respirar en el interior de un bolsillo. Que seamos la sobra, que nos suelten ahí. O que vivamos de la sobra del cambio. Del cambio que quiere el pueblo.

Hasta el próximo miércoles.